Amigdalitis: qué tipos hay y cómo se deben tratar
La amigdalitis es la inflamación de las anginas o amígdalas, que son unos órganos de defensa que se encuentran en los dos lados de la garganta. Esta inflamación suele ser de causa infecciosa, vírica o bacteriana, y se adquiere por contacto directo (saliva y objetos contaminados) o a través del aire (tos y estornudos).
La causa más frecuente de la amigdalitis son los virus, de los cuales hay centenares de ellos: adenovirus, virus gripales y parainfluenza, virus de Epstein-Barr (mononucleosis infecciosa), enterovirus o virus herpéticos, entre otros. En cuanto a las bacterias la más frecuente es el estreptococo pyogenes, pero hay un gran número de bacterias que las pueden causar, incluso a veces se trata de una combinación de varios gérmenes.
Tipos de amigdalitis
Hay diversos tipos de amigdalitis. La más común es la amigdalitis aguda infecciosa, que puede ser vírica o bacteriana. Cuando esta infección se presenta de forma repetida,se denomina amigdalitis recurrente.
También hay casos en los que la inflamación es crónica, dando lugar a un aumento considerable y permanente del tamaño de las anginas conocido como hipertrofia amigdalar, o bien al acúmulo de un material blanquecino en las amígdalas, que recibe el nombre de amigdalitis caseosa.
Amigdalitis: síntomas
En la amigdalitis aguda el período de incubación desde que una persona se infecta hasta que muestra los síntomas es difícil de establecer dada la gran variedad de microorganismos que pueden causarla, pudiendo ir de unas horas a una semana. Esta infección produce dolor de garganta al tragar, fiebre, aparición de ganglios cervicales y malestar general; algunas veces hay también dolor de cabeza o de barriga. Las amígdalas tienen un aspecto muy enrojecido, a veces con la presencia de placas de pus o una especie de membranas blanquecinas en su superficie.
La amigdalitis crónica da una molestia persistente en la garganta, a veces con pérdida de apetito y cansancio, y pueden tener ganglios permanentemente inflamados o incluso producir una infección en otros órganos del cuerpo. Si las anginas son de gran tamaño pueden crear problemas obstructivos respiratorios y del sueño, así como alteraciones en el desarrollo del paladar y colocación de los dientes. En la amigdalitis caseosa suele haber episodios de dolor y halitosis.
Tratamiento para la amigdalitis
Es recomendable acudir al especialista en Otorrinolaringología para confirmar el diagnóstico y establecer un tratamiento adecuado. Existen unas pruebas rápidas para detectar la presencia de estreptococo lo que obligaría a administrar un tratamiento antibiótico, pero sólo en las infecciones bacterianas se debe tomar un antibiótico específico. En este caso,además es importante completar los días de tratamiento prescrito para evitar las recaídas, a pesar de que en 3-4 días los síntomas suelen mejorar.
También se recetan antitérmicos-analgésicos para aliviar el dolor y la fiebre, que es el tratamiento sintomático que se da en la amigdalitis vírica.
Se recomienda tomar alimentos blandos a temperatura ambiente. Hay diversos tipos de gargarismos que pueden mejorar los síntomas de las anginas (sal, miel, tomillo,…). Los colutorios antisépticos diluidos ayudan a evitar la colonización de gérmenes en la garganta. Los zumos ácidos o alimentos duros deben evitarse ya que pueden inflamar todavía más la garganta.
La persona que padece una amigdalitis aguda debe hacer reposo en casa, al menos mientras dura la fiebre para recibir el tratamiento y reducir la difusión de la enfermedad. Es igualmente importante el lavado de manos frecuente del paciente y de las personas que lo atienden.
En las infecciones de repetición o en los problemas obstructivos puede ser necesaria la cirugía. La extirpación completa de las amígdalas se denomina amigdalectomía mientras que la reducción recibe el nombre de amigdalotomía o amigdaloplastia y puede realizarse mediante diversas técnicas (láser, radiofrecuencia, bisturí eléctrico,…).
Aunque no es frecuente, la amigdalitis aguda se puede complicar con la formación de flemones o abscesos alrededor de la angina o en los ganglios del cuello, y fiebre reumática con afectación cardíaca, renal o articular. En la amigdalitis crónica puede producirse un síndrome de apneas obstructivas del sueño así como malposición dentaria y problemas de deglución.
Los signos de peligro en estas infecciones son fiebre alta, dificultad para deglutir o respirar, o la aparición de erupción rojiza en la piel.