Curiosidades del parto en las primeras civilizaciones
Vamos a adentrarnos en ciertas curiosidades relacionadas con el parto, con las distintas visiones de las antiguas civilizaciones y cómo algunas de las viejas concepciones del parto han llegado hasta nuestros días.
Primeros escritos sobre el parto
Las primeras referencias escritas sobre el parto, aparte de lo escrito en el Génesis, se encuentran en el papiro de Ebers y de Kahun (Egipto, 1500 años AC). El parto y la fecundidad se encomendaban a la diosa Hathor (diosa del amor, su nombre significaba “La morada de Horus”).
En esos documentos se recogen interesantes aportaciones al parto y a todo lo relacionado con la gestación de la mujer. Así, el diagnóstico de embarazo consistía en contar la cantidad de veces que una mujer vomitaba cuando se la colocaba sobre una mezcla de cerveza y dátiles (este rechazo a los olores fuertes está estudiado hoy día como evidencia de embarazo). Durante el parto, que se efectuaba en el domicilio, las mujeres se agachaban en cuatro ladrillos rituales, que representaban a Mesjenet (diosa relacionada con la maternidad y protectora del parto) mientras las comadronas ayudaban. La placenta se conservaba para usarla en determinados remedios médicos. Después, las mujeres se apartaban durante catorce días para purificarse, ya que tras el parto se consideraban impuras.
Los especialistas en Anestesiología establecen que hay determinadas sugerencias en algunos papiros referentes a la conveniencia de que los desgarramientos perineales se deberían suturar después del parto. En uno de ellos, dice textualmente: "volver a unir la vagina".
El parto en las culturas indias americanas
En las culturas indias americanas el parto se celebraba como un culto a la fertilidad. La mujer se colgaba de una viga del techo con cuerdas y en cuclillas daba a luz en colaboración con parteras y con la participación activa del marido. En unas ocasiones abrazándola por la espalda debajo de la axila, y en otros casos su participación era aún más activa, era un medio de transferencia del dolor de la parturienta hacia él, a través de una cuerda que sujetaba la parturienta y se ataba al otro extremo con los testículos del hombre, jalando de la misma en cada contracción. Parece que así duele menos, se desconoce la opinión de los maridos.
El parto en la Grecia clásica
En la Grecia clásica, el parto era cosa de las diosas: Ilitia, hija de Zeus y Ares, y de Artemisa, hija de Zeus y de Leto, hermana gemela de Apolo, que, con precocidad extraordinaria, ayudó a su madre al parto de su hermano. Toda una hazaña. Estas dos diosas se encargaban de controlar las contracciones y garantizar un parto seguro, representándose en ocasiones con una antorcha en la mano para orientar a los niños en su salida del canal del parto y encontrar la luz, de donde deviene el término “alumbramiento o dar a luz”.
Un poema griego recoge así la participación de estas diosas en el parto: “Cuando atormentada por los dolores del parto, dolorida y angustiada te invocamos el sexo, para el seguro descanso del alma; pues sólo tú Ilitía puedes aliviar el dolor, que intentamos aliviar, pero en vano. Artemisa, Ilitía, venerable poder,que trajiste alivio en la espantosa hora del parto.”
El parto según Hipócrates
Hipócrates, el padre de la medicina (460-370 AC) llegó a explicar la razón del parto de esta original forma:” El feto tiende a abandonar el claustro materno obligado por el hambre y nace en virtud de sus fuerzas; pero esto solo ocurre solamente cuando tiene la cabeza hacia abajo, apoyando los pies en el fondo de la matriz. De ahí se desprende como lógica consecuencia que en cualquier otra posición, el parto es imposible y la mujer debe ser liberada del producto de la concepción mediante instrumentos embriotómicos”.
¿Quién creó la obstetricia?
A Sorano de Efeso se le considera el creador de la obstetricia. Vivió en la Roma del Siglo II DC, la era más gloriosa del Imperio, cuando sus designios estaban regidos por el hispano Trajano, hizo interesantes aportaciones como la descripción de las diferentes presentaciones fetales y las distintas maniobras como la versión podálica o el uso de determinadas posturas para facilitar el parto, describiendo en uno de sus libros la silla obstétrica, instrumento que se ha venido utilizando hasta los partos en cama introducidos en el siglo XVII por el ginecólogo de la aristocracia parisina, Mauriceau. Quién por contentar a su clientela condenó a la mujer a parir en la cama hasta nuestros días.
Los romanos son los verdaderos creadores del cuerpo de parteras, antecesoras de las tituladas matronas actuales. A la profesional que atendía el parto se le llamaba “obstetrix”. Término que procede del verbo obstare cuyo significado es “estar delante”, de donde deriva el actual vocablo Obstetricia, ciencia que se encarga del estudio de la mujer embarazada y del parto.
El origen de la cesárea
Otro término acuñado por los romanos fue el de “cesárea”. En cambio éste no tiene una definición etimológica pacífica. En un principio se creyó que ésta intervención se denominaba así porque de esta manera nació Julio César. Así lo glosaba Plinio el Viejo: “El primero de los césares llevó su nombre por nacer del útero escindido de su madre”. Esto no se atiene a la realidad, pues la mortalidad por esta intervención era del 100% y se sabe que la madre de Julio César, Aurelia Cotta, murió en el año 54 AC cuidando de sus nietos. Más lógico resulta pensar que cesárea proviene de caedere, verbo latino que significa cortar, hacer una incisión.
En Roma, ya su segundo rey tras Rómulo, Numa Pompilio (Siglo VII AC) promulgó la Lex Regia por la que se prohibía enterrar a una madre embarazada sin antes extraerle el feto. La razón de insistir en el nacimiento por cesárea de Julio César está en buscar un nacimiento inmaculado, huyendo de lo que afirmaba San Agustín; “Nacemos entre excremento y orines”, y lo que trataban los apologistas de la víctima de los Idus de marzo, era tratar de equipararse al mismo nacimiento de otros mitos como Escipión el Africano, Aesclepio, Dioniso, Adonis, Baco, Brahma o Buda. En resumen, lo que trataba era confirmar su nacimiento divino.