Depresión en el anciano

Depresión en el anciano

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Escrito por: La redacción de Top Doctors
Editado por: TOP DOCTORS® el 21/02/2019

La depresión es un estado de ánimo triste. Se caracteriza por una alteración del humor en el que la tristeza es desproporcionada, la persona pierde el interés, e incluso la ilusión, de vivir, sintiéndose incapaz de realizar sus actividades previas. Junto a esta tristeza pueden aparecer alteraciones del sueño, pérdida del apetito o síntomas somáticos como malestar general, fatiga o sensación de ahogo, entre otros. De hecho, es muy raro que un anciano acuda por tristeza a la consulta de un especialista en Geriatría, sino que generalmente explicará estos problemas somáticos que enmascaran el verdadero diagnóstico de un síndrome depresivo.

Hablar de incidencia de la depresión en la población geriátrica no es sencillo dado que se trata de una patología infradiagnosticada al relacionarse erróneamente como un proceso “normal” del envejecimiento. Se calcula que hasta un 30% de los ancianos que viven en sus domicilios presentan depresión, valor superior al 35% si están institucionalizados en centros geriátricos o hasta el 45% cuando están hospitalizados coincidiendo con un proceso intercurrente agudo que afecta a su salud.

depresion tercera edad

Causas de la depresión en ancianos

Las causas más frecuentes de la depresión en la tercera edad son:

  • Soledad: es uno de los principales motivos de depresión en ancianos. Es importante señalar que una persona puede sentirse sola a pesar de estar acompañada. En el contexto del anciano está muy relacionado con la viudedad, a pesar del probable apoyo de los hijos y/o familiares.
  • Dependencia funcional: puede justificar la necesidad de terceras personas para poder realizar las actividades básicas de la vida diaria, especialmente si se acompaña de dolor. Puede desencadenar un estado anímico depresivo.
  • Presencia de pluripatología: conlleva una polimedicación y, probablemente, acudir con frecuencia al médico, ya sea a la propia consulta médica como con ingresos hospitalarios de repetición. Puede justificar el miedo a la dependencia y/o a la muerte, y desencadenar cuadros depresivos.
  • Estado anímico y déficit cognitivo van cogidos de la mano: la capacidad cognitiva de las personas, tanto para incorporar información como para rememorar cualquier información grabada en el cerebro requiere una predisposición de atención, de alerta, que en los estados depresivos no se presenta, lo cual justifica algunos diagnósticos de depresión en pacientes que acuden a la consulta para descartar una demencia. Paralelamente, y especialmente en las fases iniciales del deterioro cognitivo, donde la persona aun es consciente de su falta de memoria y “despistes”, puede conllevar a un cuadro depresivo reactivo.
  • Jubilación: ésta es una de las causas habitualmente reconocidas como desencadenante de depresión, principalmente entre los hombres. En los últimos años ha disminuido su protagonismo probablemente gracias a las políticas de envejecimiento activo que están logrando un cambio de estilo de vida de las personas mayores y una visión positiva de esta etapa de la vida.

 

¿Cómo tratar a un anciano con depresión?

Ante la sospecha de un proceso depresivo en el anciano, es importante solicitar una valoración geriátrica especializada. El plan de actuación se basa en tres pilares:

  • Determinar la causa que ha desencadenado la depresión. Para ello, es crucial la comunicación médico-paciente, preferentemente a solas, sin ningún familiar, que permita hondar en temas como la soledad, la muerte o la dependencia. Posteriormente convendrá compartir el plan terapéutico y el manejo con los familiares, quienes deberán “ayudar” al paciente a superar este proceso patológico.
  • El tratamiento farmacológico es imprescindible. Se debe administrar un antidepresivo individualizado en función de cada persona y sintomatología predominante: Si predomina la apatía, el insomnio o la falta de apetito, o si va asociada con ansiedad. Es importante no olvidar el mayor riesgo de efectos secundarios de los antidepresivos en la población geriátrica y/o la interacción con otros fármacos.
  • La terapia no farmacológica también es fundamental. Es importante recuperar la autoestima y superar determinados “miedos”. Para ello se debe favorecer la comunicación y la participación en actividades de psicomotricidad, reminiscencia o manualidades, que faciliten un estado “activo” de la persona. Aunque no hay mucha experiencia en las técnicas de meditación o mindfulness en la población geriátrica, respecto a otros ámbitos como la oncología y/o la atención en personas jóvenes puede ayudar en el manejo del proceso depresivo, aunque su éxito en la población anciana probablemente sea menor dado a este componente multifactorial de la depresión en las personas mayores.
Geriatría