Disfunción reproductiva en vez de infertilidad
A toda persona que es incapaz de reproducirse se la viene definiendo como “estéril” y si no consigue llevar a término un embarazo como “infértil”; categorías científicas que a nivel popular fueron sinónimos de: seca, machorra, yerma, etc. y con el dedo acusador siempre apuntando al mismo género, el femenino.
El termino esterilidad, científicamente referenciado, aparece en distintos tratados del siglo XVII como, por ejemplo, De Sterilitate Utriusque Sexus (Jean Hucher, 1570-1630), Observations diverses sur la stérilité (Louise Bourgeois, 1564-1644), De Sterilitate (Martin Naboth 1675-1721). Sin embargo, en los últimos tiempos el término infértil se ha acabado imponiendo al de estéril para definir ambas situaciones. Al margen de categorías académicas y otras consideraciones, lo cierto es que a día de hoy estos dos términos (infertilidad y esterilidad) son obsoletos, restrictivos, mal percibidos por la sociedad y avergüenza a quienes lo padecen. Además, proceden de una época en que ser estéril era serlo de verdad; es decir, sin posibilidad alguna de conseguir descendencia; todo lo contrario a lo que ocurre actualmente. Por ejemplo, en FIVMadrid más del 80% de las parejas infértiles lograrán tener descendencia gracias a los avances de la medicina reproductiva. Es decir, hay una evidente contradicción entre el término (esterilidad/infertilidad) y el resultado final (embarazo).
Por tanto, ¿no es tiempo de buscar una nueva definición que las sustituya, que este más en concordancia con los resultados de la medicina reproductiva y sea menos peyorativa? La reproducción es una función esencial a través de la cual se originan otros seres semejantes a ellos de su misma especie. Para ejercer correctamente dicha función hay que ser fértil y, por tanto, en los casos en que hay una desviación en la correcta función de la reproducción nos encontraríamos ante una “disfunción de la reproducción” o ante un ser que es “infértil”. Así pues, tenemos dos términos a elegir para referirnos y catalogar a nuestros pacientes. Uno basado en el origen del problema, la disfunción, y otro en el resultado del problema, la infertilidad. En mi opinión, el criterio a seguir para el uso de uno (disfunción) u otro (infértil) en la clínica diaria deberían ser más importantes los conocimientos y resultados que nos ofrece hoy la medicina reproductiva y menos el empirismo del pasado.
De manera que lo más lógico sería decirle a las/os pacientes que lo qué padecen es una disfunción reproductiva (idiopática, ovárica, tubárica, uterina, inmunológica, etc.) y no una infertilidad, que conlleva una carga emocional, peyorativa y se relaciona más con fracaso y discapacidad a ejercer una función.
Impotencia por disfunción
Un ejemplo muy ilustrativo de cómo el ánimo de los pacientes puede cambiar ante un término que es verbal y socialmente vergonzante; es el de la disfunción eréctil. En este caso, la llegada de un tratamiento revolucionario y resolutivo (sidelfanilo) vino acompañado de un cambio terminológico (“impotencia” por “disfunción”); que no solo elevo la autoestima de los pacientes que lo padecían, sino que además situó la patología ante la sociedad, la familia y los amigos en con un carácter de naturalidad.
Yo espero, que con el uso de “disfunción reproductiva” en lugar de “infertilidad” se produzca un cambio sustancial en las actitudes y las percepciones de quienes lo padecen y en parte de la sociedad que los observa y los juzga.