El reto de las infecciones urinarias
La infección urinaria se puede definir como la invasión bacteriana del aparato urinario que da lugar a una respuesta inflamatoria. Eso quiere decir que para que se pueda hablar de infección tiene que haber una reacción defensiva del organismo, que se manifiesta mediante la presencia de leucocitos o células blancas en la orina. De tal forma que si no hay leucocitos en la orina, por muchos gérmenes que haya, no hay infección. Este hecho, a menudo no bien conocido, de que una orina pueda tener miles de colonias de gérmenes sin que necesariamente haya una infección, hace que muy frecuentemente se usen antibióticos sin necesidad. Además otras enfermedades dan síntomas similares a los de la infección urinaria tales como una piedra de uréter, enfermedades ginecológicas, dolores de causa psicosomática que asietan en esa zona y lo que es mas grave, a veces un cáncer de vejiga simula una cistitis, que es mal tratada con antibioticos, lo que retrasa el diagnóstico y ensombrece el pronóstico.
Otro problema del mal uso de antibióticos es que tienden a destruir todas las bacterias que conviven con nosotros y nos protegen, dejando la vía abierta para la invasión de los llamados gérmenes oportunistas dando lugar a infecciones genitales por hongos, a menudo graves. Además en el aparato digestivo pueden destruir todas las bacterias que nos ayudan a hacer la digestión, dejando las puertas abiertas a gérmenes virulentos, como el temible Clostridium difficile, que prosperan en el intestino cuando todas las bacterias competidoras han sido exterminadas (Fig. 1).
Clostridium difficile que prospera en el intestino tras el uso de antibióticos.
A todo ello hay que sumar el grave problema de la automedicación, porque todavía en no pocos países los antibióticos se venden sin receta y sin ningún tipo de control, lo que constituye un “aunténtico caldo de cultivo” para la aparición de resistencias. Las resistencias bacterianas constituyen un proceso evolutivo natural mediante el cual los microorganismos se adaptan a la presión selectiva de los medicamentos, de forma que los supervivientes tienen un material genético que los hace prácticamente indestructibles.
La resistencia bacteriana se está convirtiendo en un drama de salud pública en el mundo, ya que vivimos en un época en donde el riesgo de padecer una infección grave es similar al de los años 30 del siglo pasado. De hecho hay más de 8000 europeos que mueren cada año por la ineficacia de los antibióticos actuales y curiosamente las infecciones urinarias son en gran parte responsables de esta grave epidemia, porque entre otras cosas es la infección más frecuentemente adquirida en un hospital.
Además el número de antibióticos nuevos que sale al mercado es escaso con respecto a lo que ocurría en décadas anteriores, es decir hay una desproporción entre el número de gérmenes multirresistentes y la creación de nuevos antibióticos, lo que agrava más la situación, porque además es poco probable que en un futuro inmediato esa tendencia cambie.
Por todo ello, habría que educar a la sociedad para que se evite a toda costa la automedicación y también a los profesionales de la medicina para que no traten indiscriminadamente las infecciones urinarias y limiten al máximo el uso de antibióticos. Porque los médicos, comprensiblemente, tienen la obligación de actuar y no quedarse cruzados de brazos, pero la evidencia demuestra que, en el caso de la infecciones, a menudo es preferible no hacer nada para no maltratar al enfermo.