Entre la Soledad y la Hiperconexión
Cuando pasamos demasiado enfrente de la pantalla se alimenta nuestro circuito de la recompensa, a través de la Dopamina; prevalecen los circuitos de recompensa inmediata. Al contrario, cuando interactuamos con otros, se libera oxitocina, hormona “del amor” lo cual favorece una comunicación mucho más rica y menos deletérea de las neuronas.
La situación es inédita en la historia de la humanidad. Pero la diferencia con todo tiempo pasado es que actualmente contamos con “conectividad”. Nos podemos conectar con cualquiera, en cualquier momento y en cualquier lugar del mundo. Y esto nos sucede al mismo tiempo que nos encontramos encerrados en nuestros hogares, confinados. Pero veamos, este problema de la reclusión no deja de ser un gran problema…
Sí, estamos encerrados; sin opción a salir a esparcirnos. ¡Algo que nos es impuesto compulsivamente! Y nos aburrimos. Muchas veces sentimos soledad. Así, se podría decir al revés del refrán, que no estamos solos, pero nos encontramos en soledad. La consecuencia lógica para intentar evitar el sentimiento abrumador, nos conectamos digitalmente… Redes sociales que funcionan como nunca. WhatsApp se encuentra hasta saturado. Si no teníamos cuenta de Twitter, pues nos hacemos una, y empezamos a seguir a otros. Instagram nunca tan usado. Sumamos seguidores y seguidos. Desfilamos las imágenes una y otra vez. Retomamos tal vez el “viejo” Facebook abandonado ya hace años. Y demás Redes… Y aún si estamos en familia, tenemos tendencia, (y esto les pasa a todos los integrantes) nos enfrascamos en la soledad de la “hiperconexión”. Y si, al contrario, estamos solos, perdemos la noción de la realidad; de nuestra realidad; volamos en un mundo virtual. Mucho más saludable es ponerse a leer ese viejo y anticuado libro de papel…
Y está la videoconferencia, WhatsApp, el Zoom (que pasó a estar de moda), y hasta el viejo Skype reflota. Y otros... Con esto, ya no tenemos la sensación de estar solos. No nos damos cuenta que, si vivimos en nuestra familia, que lo más importante de la conexión debe pasar con nuestros seres queridos. Sin embargo, por ahí nos evadimos y nos enfrascamos en nuestra soledad, con nuestro Smartphone. Obnubilados. Inútiles… Y no olvidemos que muchos hacen homeworking, también pasan tiempo trabajando enfrente de la computadora. La pantalla ha venido a reemplazar el “cara a cara”. Es una necesidad coyuntural, es cierto, pero sumado a lo otro, puede transformarse en “vicio”, en adicción que se nos va formando.
En efecto. La pantalla produce en nosotros un tipo de reacción neurobiológica que es la secreción de dopamina en una zona denominada “Nucleus Accumbens”. Esto es el centro de la recompensa. Es inmediato. Nos alivia cualquier síntoma de soledad: evita el aburrimiento, que de hecho es fuente de toda creatividad. Y esa liberación de dopamina, la satisfacción inmediata de la necesidad, es adictiva… Debemos entender, por otro lado, que cuando miramos a nuestros seres queridos, nuestros hijos, esposo/esposa, pareja, se nos libera en el cerebro “oxitocina” que es la hormona del amor. Es mucho más lenta que la anterior, pero que a la larga produce un bienestar más duradero. Esto sucede incluso cuando miramos a nuestro perro, ese gran amigo del hombre. Sucede lo mismo: se libera oxitocina. Existe también entre él y nosotros una “unión amorosa” … Y ni que decir que la oxitocina tiene un efecto benéfico para la conexión entre las neuronas, mientras que el circuito de la recompensa, vía la dopamina, “mal usado” termina trayendo predominancia de las “rutas” cerebrales de placer egoísta, en detrimento de aquellas que nos enriquecen como individuo social.
Entonces. Vale preguntarnos. ¿Vamos a dejar que predomine la vía Dopaminérgica, (ciertamente útil para determinadas para ciertas cosas) en detrimento de la liberación de oxitocina?