Estimulación cerebral profunda
La estimulación cerebral profunda (ECP) es una terapia reversible que implica la colocación de un fino electrodo en el cerebro (el lugar depende de la patología que queramos tratar), que se conecta por medio de una extensión a un pequeño dispositivo denominado neuroestimulador (bastante parecido a un marcapasos), el cual se suele implantar bajo la piel del pecho o en la región abdominal.
Se trata de un sistema totalmente implantable, por lo que los pacientes no verán los electrodos ni el neuroestimulador fuera de su cuerpo. Cuando se activa el neuroestimulador, produce impulsos eléctricos que llegan al cerebro para detener o reducir las señales eléctricas que causan los síntomas de las diversas enfermedades. Si el paciente deja de beneficiarse de la terapia, el sistema se puede apagar o ser retirado. Actualmente la ECP está aprobada en Europa para la enfermedad de Parkinson, temblor esencial, distonía, Trastorno Obsesivo Compulsivo y Epilepsia.
El candidato para este tratamiento
Uno de los aspectos más importantes en el éxito de esta terapia es la selección adecuada del paciente. En el caso de la enfermedad de Parkinson, los neurólogos consideran la terapia ECP en el caso de pacientes que, a pesar de un óptimo tratamiento médico, comienzan a experimentar una discapacidad significativa debido a que los síntomas como las fluctuaciones motoras (es decir, los denominados períodos “off”) y las discinesias interfieren en sus actividades diarias normales (como sujetar una taza o caminar), así como en aquellos pacientes en los que la medicación se asocia a efectos secundarios intolerables. No todos los pacientes con EP son candidatos para la ECP.
Sólo un equipo constituido por un neurólogo en colaboración con un neurocirujano, un neuropsicólogo y un profesional de enfermería puede determinar si un paciente es candidato para este tipo de cirugía.
Características de la intervención
La duración de la operación depende de la experiencia que tenga el equipo. La operación suele durar entre 4 y 6 horas. La primera parte del procedimiento, durante la cual se colocan los electrodos en el cerebro, puede realizarse bajo anestesia general o con un anestésico local aplicado al área del cuero cabelludo en los lugares de inserción de los electrodos. Esta parte de la intervención se realiza con tecnología muy avanzada para colocar los electrodos exactamente en la parte del cerebro donde se necesitan.
Durante la segunda parte de la operación, se implanta el neuroestimulador en el pecho o en la región abdominal y se conecta a los electrodos con un fino cable de extensión situado bajo la piel, de forma que la terapia es invisible. Durante esta fase, los pacientes están bajo anestesia general.
Postoperatorio
Después de la operación deberán permanecer un tiempo breve en el hospital (1–4 días) para recuperarse de la operación. Dependiendo del hospital, el neuroestimulador se programará de inmediato o después de un par de semanas. En cualquier caso, esta programación siempre se ajustará a las necesidades médicas del paciente.
Control de la intensidad de los impulsos
Existe un programador del médico que permite hacer variaciones en la configuración de los parámetros de estimulación para optimizar los efectos de la terapia. También los pacientes disponen de un programador de paciente que les permite ver el estado de la batería del estimulador. Si el médico lo cree oportuno, podrá programar unos rangos de intensidad de impulsos para que el paciente pueda subir o bajar la intensidad siempre dentro del rango establecido por el médico.
Se requieren visitas de programación de seguimiento para ajustar la estimulación y la medicación, en caso necesario. El número de visitas de seguimiento a menudo disminuye después del primer año tras la operación, pero no se han acordado criterios con respecto a la frecuencia. Se recomienda a los pacientes que se pongan en contacto con el centro de ECP siempre que sea necesario.
Beneficios de la estimulación cerebral profunda
Dependiendo de la patología que tratemos, tendremos distintos beneficios. En el caso de la enfermedad de Parkinson, donde el uso de la ECP está más extendido se produce una mejoría media en los síntomas motores que se sitúa entre un 50-70% con 5,1 horas diarias adicionales en periodo “on” comparado con tratamiento farmacológico solo, proporcionando períodos más prolongados durante el día en los cuales los pacientes no padecen los síntomas motores de la enfermedad de Parkinson. Esta mejoría ayuda a muchos pacientes a normalizar las actividades diarias normales y mejora significativamente su calidad de vida.