Importancia de detectar y tratar la hepatitis autoinmune
El hígado es un órgano fundamental para el buen funcionamiento de nuestro organismo. Entre sus funciones principales está la de depurar sustancias que nuestro propio cuerpo genera y que pueden ser tóxicas, y procesa los productos que han sido absorbidos en la digestión para que puedan ser aprovechados por nuestro organismo. Muchos medicamentos que consumimos también son procesados y depurados por el hígado, pero este no solamente depura, también es el encargado de producir muchas proteínas fundamentales para el buen funcionamiento de nuestro organismo, como los factores de coagulación. Por último, contribuye en la digestión fabricando la bilis, que facilitará la absorción intestinal, especialmente de las grasas.
Enfermedades hepáticas: cómo se producen y cómo se distinguen
Los mecanismos que pueden dañar el hígado son variados. Por una parte, hay infecciones que pueden afectar al hígado y, entre estas, las más conocidas serían las hepatitis víricas (A, B, C). El hígado puede dañarse también por el consumo de tóxicos, especialmente por el consumo excesivo de alcohol o por algunos medicamentos. A veces también se daña por cúmulo de sustancias que se depositan en él, como el hierro o el cobre. El cúmulo de grasa en el hígado puede, en algunas personas, acabar desarrollando problemas. No es una situación frecuente pero, si no llegara suficiente sangre al hígado, este no funcionaría bien (lo mismo que le ocurre al cerebro o al corazón). Sobre el hígado puede desarrollarse un cáncer o aparecer metástasis de un cáncer originado en otro órgano. Y, un capítulo aparte, serían las enfermedades inmunológicas, entre las que destaca la hepatitis autoinmune. Como se ve, las causas son muy diversas.
Síntomas que alertan de poder sufrir enfermedades hepáticas
El paciente con enfermedad hepática puede referir síntomas como cansancio, pigmentación amarilla de la piel y mucosas (ictericia), orinas oscuras, etc. Los especialistas en Medicina interna deben preguntar al paciente por sus hábitos tóxicos, consumo de medicamentos, o antecedentes familiares nos puede orientar hacia el origen del problema. La exploración física del paciente revela muchas veces datos fundamentales que nos ayudarán en el diagnóstico. Finalmente, el especialista en Medicina Interna se servirá de pruebas complementarias de laboratorio y de imagen que deberían acabar confirmando qué le pasa a nuestro hígado.
¿Qué es la hepatitis autoinmune y cómo se manifiesta en el paciente?
La hepatitis autoinmune es una enfermedad en la que nuestro propio sistema inmunológico ataca al hígado. El sistema inmunológico tiene como función defendernos de agentes externos que pueden provocarnos enfermedades, como podrían ser los virus o las bacterias. Para que esta defensa sea adecuada lo primero que debe suceder es que el sistema inmunológico identifique claramente quién es un enemigo (agente externo) y quién es un aliado (nuestras propias células).
Por motivos que no son del todo claros, el sistema inmunológico a veces se confunde. En la hepatitis autoinmune esta confusión se produce con nuestras células hepáticas, que son auto atacadas, pero existen muchos ejemplos en otros órganos o estructuras de nuestro cuerpo que son atacadas, como articulaciones (artritis reumatoide), intestino (enfermedad de Crohn), tiroides (tiroiditis autoinmunes), etc.
El paciente con hepatitis autoinmune puede notarse cansado, a veces ictérico, e incluso quizá haya perdido el apetito. Los síntomas no son muy diferentes a los de una hepatitis producida por un virus. Puede haber datos en la exploración física que nos hagan sospechar en una hepatitis autoinmune pero, en general, son los análisis quienes suelen confirmar que se trata de dicha enfermedad.
Importancia de tratar la hepatitis autoinmune
El tratamiento de la hepatitis autoinmune pretende, en cierta manera, bloquear el sistema inmunológico que está dañando al hígado, y esto se consigue con fármacos inmunosupresores. Es muy importante tratar a los pacientes porque, si esta agresión al hígado por parte de nuestro sistema inmunológico se perpetúa, puede acabar desencadenando una cirrosis hepática.
La respuesta al tratamiento médico suele ser muy favorable al poco tiempo de iniciarlo. De todas formas, el tratamiento debe mantenerse durante varios meses, para intentar evitar las recaídas que pueden producirse. En pacientes que presenten recaídas al suspender el tratamiento, probablemente lo razonable es mantenerles con la mínima cantidad de medicamento que les inactive la enfermedad.