Intolerancia a la lactosa
La intolerancia a la lactosa es la incapacidad de digerir, sin molestias, cantidades normales de lactosa, el azúcar de la leche. Esto se debe a que el organismo tiene una baja cantidad de lactasa, la enzima que hace digestible la lactosa y es que después de la lactancia el ser humano sufre de forma espontánea una disminución progresiva de la lactasa. La cantidad de lactasa que persiste tras esta regulación, determinará nuestra tolerancia a los productos lácteos.
No evitar su consumo
Desde el punto de vista nutricional, no es recomendable eliminar el consumo de leche y lácteos ya que éstos tienen una alta concentración de calcio, un mineral necesario para nuestro organismo. De hecho, una persona adulta necesita 1000-1500mg de calcio para mantener un correcto estado de su salud ósea. Además la ingesta de calcio a edades tempranas, especialmente en niñas, aporta protección adicional frente la osteoporosis después de la menopausia.
Es frecuente que las personas que tienen molestias digestivas con la leche y otros lácteos, disminuyan su consumo, sin embargo esto es un error ya que a más consumo se da una mayor adaptación del organismo aumentando así la tolerancia a los mismos.
Maneras de tomar lácteos
Lo que toleramos peor son cantidades altas tras una comida, el límite sería un vaso grande de leche. El intolerante, pequeñas cantidades por lo que una forma de disminuir los síntomas es repartir el consumo de lactosa durante el día y reducir la ración a un tamaño que toleremos.
Otra cosa son los lácteos no fermentados ya que contienen más cantidad de lactosa y por esto debe controlarse su ingesta. En el lado opuesto están los yogures y quesos que se toleran mejor. Los primeros por estar fermentados y los segundos porque tienen una digestión más lenta.
Uno de los avances más positivos de la tecnología alimentaria es la fabricación de leche sin lactosa. Es apta para intolerantes, no produce síntomas asociados a la intolerancia y permite el consumo regular favoreciendo un buen estado nutricional.