La biopsia dirigida por fusión y la terapia focal están cambiando el manejo del cáncer de próstata
¿Cómo se diagnostica el cáncer de próstata?
Mediante una biopsia se extrae una muestra de tejido del cuerpo, y luego se observa con un microscopio. Una biopsia por punción con aguja gruesa es el principal método usado para diagnosticar el cáncer de próstata.
La biopsia por sí sola dura aproximadamente diez minutos, y, por lo general, se realiza en el consultorio del médico. Es probable que se le administren antibióticos antes de la biopsia y, posiblemente, durante un día o dos después del procedimiento, para reducir el riesgo de infección.
Aun cuando se toman muchas muestras, las biopsias pueden pasar por alto el cáncer, algunas veces, si ninguna de las agujas de la biopsia lo alcanza. Esto se conoce como resultado negativo falso. Si su médico sigue sospechando que usted tiene cáncer de próstata (por ejemplo, debido a que su PSA es muy elevado), es posible que sea necesario repetir la biopsia para poder descubrir si hay o no cáncer.
¿Qué es la biopsia por fusión?
El nuevo estándar en imágenes de la próstata para la detección del cáncer es la resonancia magnética multiparamétrica. Hasta ahora, los urólogos no han sido capaces de utilizar eficazmente esta información específica para guiar su toma de biopsias. Los sistemas de fusión están cambiando esto con herramientas potentes, pero fáciles de usar, para la fusión de imágenes entre RNM y ecografía transrectal para la orientación de la biopsia.
En primer lugar, con la RNM se obtienen imágenes de la próstata donde podemos apreciar las zonas con alta, baja o ninguna sospecha de que haya un tumor en la próstata. Después, a la hora de realizar la biopsia, en un ecógrafo adaptado se introducen las imágenes obtenidas en la resonancia. Esto permite marcar las zonas de la próstata donde hay sospechas de que esté el tumor.
Finalmente, se procede a hacer la biopsia por vía perineal (evitando el recto). De ese modo, se logra aumentar a más del doble la precisión de los resultados finales, y solo se realizan los pinchazos imprescindibles, dirigidos directamente a la zona donde se sospecha que está el cáncer.
¿Qué es el tratamiento focal del cáncer de próstata?
La terapia focal propone tratar el cáncer de próstata con un enfoque similar al de otros cuadros malignos sólidos en órganos. El tratamiento se dirige a la zona del cáncer y a los tejidos normales circundantes, con el fin de preservar el tejido y, como consecuencia, la función del órgano. Al evitar dañar la totalidad de la próstata, el riesgo de daño a los nervios, músculos, esfínter urinario, vejiga y recto vecinos puede reducirse considerablemente.
Existen diferentes fuentes de energía que podemos emplear, principalmente HIFU y crioterapia.
HIFU (High Intensity Focused Ultrasound) fue desarrollado a principios de 1990 por el Inserm (Instituto Francés de Investigación Médica), HCL (Lyon University Hospitals) y EDAP TMS. Se ha utilizado de forma rutinaria durante más de veinte años en todo el mundo, con más de cuarenta mil tratamientos realizados en tres generaciones de dispositivos comerciales, Ablatherm® Maxis (de 1993 a 2005), Ablatherm® integrada por imágenes (desde 2005) y focal One® (desde 2013), para tratar el cáncer de próstata mediante la creación de una necrosis de coagulación precisa e irreversible del objetivo tejido, mientras que se preserva el tejido circundante.
En 1996, la crioablación de la próstata fue reconocida como una opción de tratamiento para el cáncer de próstata por la Asociación Americana de Urología (AUA), y dejó de considerarse como experimental. La criocirugía prostática consiste en la congelación in situ y controlada del tejido prostático, con la finalidad de producir la ablación de una parte o de toda la glándula prostática para conseguir la erradicación de la enfermedad y, al mismo tiempo, conservar la integridad anatómica de las estructuras vecinas. Los efectos destructivos de la criocirugía pueden agruparse en dos mecanismos: daño celular y daño vascular.
La terapia focal en el cáncer de próstata se está mostrando como una fuerte alternativa al tratamiento radical, ya que podría preservar la función sexual y la continencia urinaria. Sin embargo, son necesarios estudios de validación a gran escala para poder ofrecerla de manera estandarizada.