La memoria me falla, ¿debo preocuparme?
¿Ante qué señales de la memoria deberíamos alertarnos?
- Cuando afectan a la actividad laboral o social de forma clara.
- Cuando son olvidos frecuentes de los que la persona que los tiene no es consciente pero sus familiares o amigos sí.
- Cuando son olvidos de carácter importante en su relación familiar (nombre o domicilio de familiares directos con los que se tiene una relación habitual) o episodios de desorientación temporal y/o espacial frecuente.
- Cuando la persona se comporta de forma extraña con amigos o familiares.
- Cuando se deja de realizar las tareas que siempre se vienen haciendo de forma rutinaria.
- Cuando se tiende al ostracismo y el desinterés por las cosas que gustaban o por las relaciones personales y sociales que se venía haciendo.
¿Cuándo es necesario acudir al especialista?
Al Neurólogo hay que acudir cuando los olvidos de la memoria inmediata interfieren con las actividades básicas de la vida diaria; cuando hay cambios de conducta frecuentes e inesperados o con tendencia a salir del domicilio de forma compulsiva; cuando se deja de saber utilizar electrodomésticos habituales u objetos sencillos y, también, si a pesar de decirle a alguien que preste atención a alguna orden simple no es capaz de recordarlo a los pocos minutos. Siempre que no esté deprimido o muy estresado que le impida una buena atención.
¿A qué edad es normal que la memoria empiece a fallar?
En el envejecimiento cerebral fisiológico a partir de los 50 años puede haber ya pequeños fallos en recordar nombres de personas o cosas, pero con esfuerzo acaba uno acordándose poco después. Esto puede ser más frecuente si hay factores de riesgo vascular cerebral (hipertensión arterial; diabetes; hipercolesterolemia; fumador o bebedor habitual de alcohol; apneas del sueño con somnolencia diurna). Pero si estos “despistes” se hacen muy frecuentes, de manera clara en el último año, entonces conviene ser estudiado por un Neurólogo.
¿Cómo podemos trabajar la memoria?
Con ejercicio físico moderado que permite una mejor oxigenación cerebral; con lectura diaria y realización de pasatiempos de cierta complejidad intelectual (teniendo en cuenta el nivel cultural del sujeto); con una dieta alimenticia sana y adecuada (dieta mediterránea por ejemplo) y evitar o tratar adecuadamente los factores de riesgo cardiovascular (dichos anteriormente).