La visión integral de la salud II
Las emociones y el cuerpo, íntimamente interrelacionados.
Hasta hace poco nadie creía que el sistema nervioso, endocrino e inmunológico pudieran estar conectados, y mucho menos que su relación fuera primordial para el buen funcionamiento del sistema defensivo. Hormonas, sustancias neurotrasmisoras y citoquinas (proteínas que regulan interacciones de las células del sistema inmune) son los mediadores entre las emociones, controladas por el sistema nervioso y el sistema inmune, lo que explicaría el control neuroendocrino sobre el sistema inmunitario.
El cuerpo mantiene un diálogo continuo con nosotros y debemos aprender a escucharlo y dejarnos guiar por los mensajes que nos envía a través de los síntomas que experimentamos. La persona que es consciente de esta realidad, comprende que la enfermedad puede ser el medio por el cual modificar sus actitudes ante la vida y construir un futuro acorde a sus potencialidades reales.
Así mismo, los asuntos relativos a las grandes preguntas, a los principios universales, a los fundamentos espirituales, a la búsqueda de sentido y valor alrededor de la enfermedad son aspectos tan importantes o más que aquellos que tienen que ver con el cuerpo y la psique. En este sentido, la integración de la dimensión espiritual en el tratamiento de la enfermedad está tomando cada día mayor relevancia.
Explicar el mundo a través sólo de la ciencia es superficial.
para acceder a la verdad se debe tener una perspectiva científica
y espiritual.
Dr. Eben
Para la medicina tradicional, la curación del organismo supone el principal objetivo a conseguir. No tiene en cuenta los significados mayores ni los valores esenciales ante la enfermedad, y la recuperación de la salud frente a la enfermedad se ciñe a un único propósito de sanación enfocado hacia la desaparición de la dolencia a nivel puramente físico.
Centra su atención en la realidad del cuerpo olvidando con ello la existencia de dimensiones mayores que incluyen aspectos como son los relativos a la mente, el alma y el espíritu. El enfoque convencional de salud reduce su intervención a la extinción de la sintomatología física y la búsqueda del bienestar. Se afirma que lo importante es mantener una buena calidad de vida. Un objetivo por supuesto fundamental e imprescindible, pero no único ni final. Lo verdaderamente esencial cuando nos enfrentamos a este tipo de situaciones que sacuden nuestra seguridad interior y tambalean nuestra estabilidad existencial es poder encontrarle un sentido mayor que nos magnifique como personas.
Recibir un diagnóstico de cáncer debe conducirnos a un estado de profunda introspección, donde podamos apreciar, dentro de nosotros mismos, una fuerza mayor que nos permita vislumbrar el esplendor y la plenitud de nuestra naturaleza excepcional, sin que la enfermedad, el dolor y la posibilidad de la muerte roben un ápice de nuestra tranquilidad interior.
Se dice que hace más daño la palabra cáncer que la propia enfermedad. Hoy día se plantea el afianzamiento de una nueva medicina que contemple a la persona en su totalidad, apreciando tanto las variables físicas como las ambientales, emocionales, mentales, sociales y espirituales. Una medicina que no se quede encapsulada en el síntoma y apunte su interés hacia el descubrimiento de las causas «intrínsecas» que subyacen al desequilibrio orgánico y el ofrecimiento de terapéuticas que incluyan en sus tratamientos convencionales prácticas que favorezcan los procesos naturales de curación y activen la inteligencia innata de nuestro organismo.