Pérdida de memoria: entre la edad y la enfermedad
A medida que transcurren los años todos empezamos a sufrir olvidos cotidianos. Nos lleva más tiempo aprender algo, no encontramos el nombre de un actor, perdemos más fácilmente las gafas o no recordamos dónde aparcamos el coche el día anterior.
En general, son problemas leves de mala memoria más que problemas serios, como el Alzheimer. De hecho, cerca del 40% de personas sanas mayores de 65 años sufren olvidos cotidianos, en lo que se conoce como “Pérdida o alteración de la Memoria Asociada a la Edad”.
Tan sólo un reducido porcentaje de estas personas padecerá en un futuro alguna forma de demencia, donde ya se verá afectada la memoria de forma más grave, y donde se alterarán otras funciones corticales superiores: el lenguaje, el juicio, el cálculo, la orientación, el control emocional, etc.
Por todo ello, la pérdida leve de memoria asociada a la edad no debe preocuparnos más que otros signos habituales del envejecimiento, no tan diferentes de la presbicia o de la presbiacusia. Aun así, podemos acudir al especialista para salir de dudas.
Hay diferentes maneras de prevenir los trastornos de memoria:
- Fomentar un estilo de vida sana: realizando ejercicio, disminuyendo el estrés y evitando el tabaco y el consumo excesivo de alcohol.
- Higiene de sueño: una cantidad adecuada de sueño resulta fundamental para la adecuada consolidación de los recuerdos.
- Mantener la actividad mental: leer o plantearse retos intelectuales, aprender idiomas, hacer crucigramas y puzzles...
- Fomentar los vínculos sociales.
- Mantener contacto regular con tu médico de cabecera o especialista para controlar y reducir los factores de riesgo cardiovascular, incluida la tensión arterial.
Es importante recordar que el cerebro es como un músculo, y como tal, hay que utilizarlo para mantenerlo en forma.