¿Por qué hay tanta obesidad?
Aunque en pequeñas proporciones, la obesidad siempre ha existido en casi todas las sociedades. Ahora, sin embargo, el enorme aumento de personas con sobrepeso u obesidad ha originado uno de los más importantes problemas de salud en el mundo.
Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿Cuáles son las causas que llevan a la gente a comer muy por encima de sus necesidades?
Los factores influyentes son múltiples, clasificándose en genéticos, personales y ambientales. De éstos, al factor hereditario se atribuye en parte a factores no hereditarios de tipo personal y a aspectos sociales.
A partir de los años 60-70 del siglo pasado, y en relación con el rápido aumento de los casos de sobrepeso y obesidad, las primeras explicaciones médicas fueron las obvias, es decir, si estas situaciones se producen por aumento de la grasa corporal, esto es la consecuencia de comer más de lo necesario para mantener las reservas energéticas.
Entonces, la solución es restringir el acceso de calorías en la alimentación y, al mismo tiempo, aumentar el gasto calórico a través de la actividad física.
La explicación es cierta, pero deja fuera otros factores, los que se refieren a la genética y al modo de vida personal y social. A partir de entonces, en países como España se inició la difusión de las “dietas hipocalóricas equilibradas” de 1000 kc, 1200 kc, 1500 kc o algo más, y esta actuación, con pequeñas variaciones, se mantiene todavía.
Pero la situación en vez de mejorar no ha dejado de ir a peor y no se ven signos de cambio. La herencia tiene un papel en cuanto a favorecer la distribución y el acumulo de grasa pero también el de transmitir a los hijos los hábitos alimenticios paternos y sus propios patrones de conducta.
Otros factores personales de tipo endocrino metabólico pueden influir en pequeña proporción en su aparición, la menopausia, etc.
Se han hecho avances en estudios genéticos pero se está muy lejos de determinar la mayor parte de los genes causantes de la obesidad; es muy posible que ésta sea el resultado de interacciones genéticas y no genéticas, siendo éstas determinantes.
Las causas neuroendocrinas han sido valoradas a partir del descubrimiento a finales del siglo pasado de sustancias como las leptinas, ghrelinas, adiponectinas y otras producidas en el tejido adiposo que actúan de mediadoras en el sistema de regulación del apetito.
Tampoco se han conseguido buenos resultados para reducir el apetito en obesos. Los aspectos sociales son fundamentales para entender el avance de la obesidad. Cuanto más bajos son los niveles de estudio y el económico, las personas obesas tienen mayor dependencia de la comida rápida y barata.
Por ejemplo, el coste económico de dulces, maíz y soja es bajo y éstos son importantes fuentes de azúcar y grasas en los alimentos procesados, siendo más baratos que los vegetales y el pescado.
Una publicidad intensa de alimentos dulces y rápidos también ha determinado muchos malos hábitos dietéticos. El aumento del estilo de vida menos activo en los desplazamientos y trabajos es otro aspecto importante.
Largas horas delante de un ordenador ocupan el horario laboral de millones de personas, mientras que anteriormente se realizaban trabajos más físicos. La gran expansión de las megaciudades produce de forma paralela un crecimiento de la tasa de obesidad.
Como se ve, las causas de la gordura son muy complejas y obedecen en gran parte a aspectos ambientales, sociales y culturales.
Y todos estos factores influyen finalmente en lo que se conoce como la adicción a los alimentos.
El modo de vida actual genera intensas situaciones estresantes que producen muchas alteraciones en el organismo. En el caso de la obesidad, la ansiedad se reduce comiendo, derivando a una forma severa de drogadicción tan similar y poderosa a las del tabaco, el alcohol y otras drogas más o menos prohibidas.
Por eso, reducir a una dieta hipocalórica convencional en situaciones tan conflictivas tiene escasas veces buen resultado. Por eso también, durante muchos años se han combinando estas dietas con supresores del apetito a nivel cerebral con irregulares resultados, porque reducían “el hambre emocional” pero también producían otros problemas clínicos.
Hoy se utilizan las dietas vegetales proteinadas, que tienen buenos resultados y en los últimos años han tenido un gran incremento.
Pero, como se ve, la situación es muy compleja y afecta a toda la sociedad; necesitándose un cambio general de hábitos y tendencias.