Superar el duelo, la pérdida y encontrar sentido a la vida
“El duelo es tan natural como llorar cuando te lastimas, dormir cuando estás cansado, comer cuando tienes hambre. Es la manera como la naturaleza sana un corazón roto.”
Doug Maninng
El duelo forma parte de nuestro vivir. La vida y la muerte son dos caras de la misma moneda, una expresión de la transitoriedad de todo lo que nos rodea, de la naturaleza de la realidad. Sin embargo, aun siendo un sello de la existencia, nuestra actitud ante la muerte, ante algo que es inevitable, es con frecuencia simular que todo siempre permanecerá igual. A pesar de que el cambio y el movimiento de la vida son ineludibles, la negación y la no aceptación se hacen presentes en lo cotidiano.
La pérdida, un proceso inevitable en la vida
Esta realidad que aparentamos no ver nos señala que, ante cualquier pérdida, y en la vida, estamos constantemente perdiendo cosas. Hay un dolor inevitable y, ese dolor que forma parte del vivir, lo convertimos en algo patológico que debemos evitar y tapar y, en lugar de dejar que sea una expresión de nuestra realidad más profunda que nos humanice, la escondemos. De esta forma nos perdemos la oportunidad que encierra la muerte para enfocarnos en lo que realmente es valioso.
Proceso de duelo: reafirmación, fortalecimiento y conexión con los demás
Elaborar un duelo requiere una actitud activa por parte del doliente para construir una nueva realidad a partir de la experiencia y afrontar los desafíos que presenta la pérdida. Es un proceso de reafirmación, fortalecimiento y de ampliación de nuestra conexión con los demás que se inicia con darse permiso para atravesar el dolor y la vulnerabilidad.
El duelo no solo depende del tiempo, sino del trabajo que se realice, del contexto relacional y de los significados que deben ser reconstruidos después de la pérdida.
Desde este punto de vista para hacer el duelo necesitamos un espacio para elaborar las emociones y sentimientos que conlleva toda pérdida, y ayudarnos a seguir conectados con la vida, aprendiendo a convivir con lo que ya no está, o es diferente.
Cómo saber si se supera el proceso de duelo
El duelo duele, señal de que el proceso se está haciendo de forma saludable. Si nos permitimos sentir el dolor sin taparlo ni aferrarnos a él, el dolor es un indicador, como dice Neymeyer (2000), de que estamos reconstruyendo nuestro edificio interno, que se ha desmoronado tras la pérdida, y es una señal que nos puede ayudar a la reorganización de nuestra existencia para convivir con lo ausente, hasta que recuperemos de nuevo el equilibrio.
El proceso de duelo sano que debemos atravesar conlleva una serie de tareas y necesidades que tenemos que atender y que nos llevan a la vivencia de integración de la pérdida e incluso al crecimiento, haciéndonos más sabios en nuestra vida.
El duelo, desde este punto de vista, es un trabajo que cada uno debe de hacer y, para transitarlo, como explica Alba Payàs (2010), pasamos por diferentes etapas que no son lineales necesariamente, y que a veces se superponen y requieren realizar una serie de tareas:
En la etapa inicial de aturdimiento y choque, la tarea principal del duelo es manejar los aspectos más traumáticos de la pérdida.
En la etapa de evitación y negación, la tarea principal es ir disolviendo progresivamente las estrategias protectoras de distorsión-evitación y aumentar progresivamente la tolerancia al dolor.
En la etapa de conexión e integración, la tarea adaptativa consiste en realizar el trabajo de duelo asociado a los aspectos relacionales de la pérdida.
En la etapa final de crecimiento y transformación, la tarea principal de esta etapa del duelo es sustituir las creencias que teníamos por nuevos esquemas mentales que incorporen todo el peso y la significación emocional de la pérdida.
Elaborar el duelo, en definitiva, significa cambiar las coordenadas de la existencia, aprender a vivir con la pérdida, encontrar un nuevo sentido y ser capaz de desarrollar nuevos recursos para continuar viviendo. En ocasiones, lo más sensato es contactar con un especialista en Piscología, ya que su experiencia puede ayudar a superar una pérdida con menor dificultad.
Autoras: Francisca Rodríguez Cortés, psicóloga clínica, y Susi Lizon, psicóloga humanista.