Trastorno psicológico o maltrato psicológico
Diferentes tipos de disfunciones se pueden deber a una patología parental. Nos referimos a trastornos psicóticos, perversiones o psicopatías, trastornos de personalidad, trastornos narcisistas, estructuras caracteriopáticas rígidas poco permeables a la emoción del otro, estados depresivos endógenos o situaciones de deprivación emocional, separaciones y migraciones, etc... Los padres pueden establecer vinculaciones patológicas en sus interacciones con los hijos. A pesar de esto, no todos los enfermos mentales tienen de por sí una incapacidad total y absoluta para ejercer las funciones parentales y un análisis profundo puede delimitar el grado de satisfacción o no del desarrollo de las funciones parentales de estos enfermos.
Generalmente, cuando los padres sufren un trastorno mental grave, otros familiares sustituyen las funciones parentales. Cuando esto no es posible bien porque carece red familiar de apoyo o porque esta está desconectada del enfermo, intervienen los servicios que alertan sobre la situación de desprotección de los menores (escuela, sanidad, servicios sociales, etc...).
Diferentes características dan contenido a la necesaria delimitación entre la patología y la salud en cuanto a la interacción relacional y al funcionamiento mental y este es un aspecto del conocimiento en permanente actualización que hay que diferenciar en el continuo buen trate- maltrato. Es decir, la patología mental no necesariamente presupone la perpetración de maltratos a los hijos.
Muchos de los síntomas y afectaciones del niño que es maltratado psicológicamente se relacionan con diferentes trastornos psicológicos: la culpabilidad, el miedo, los estados de angustia, la hiperactividad, los intentos de suicidio, etc...Pueden corresponder en estados depresivos, trastornos neuróticos, de la identidad, psicóticos. Averiguar y delimitar aquello que corresponde a la propia patología del niño de aquello que responde a una reacción psicológica ante una situación relacional por parte del adulto del que depende afectivamente, es prioritario.
En el trastorno mental infantil grave, hay que plantearnos aparte de su tratamiento qué es la colaboración e implicación real de los padres en este. Por eso, en trastornos autistas o psicóticos, donde la vinculación temprana ha sido afectada debido a la patología parental y/o familiar, un indicador de protección es la conciencia de trastorno de los padres y la consecuente implicación en un tratamiento psicoterapéutico-psiquiátrico.
Dependerá de las posibilidades de reparación y recuperación parentales la valoración del maltrato recibido y las acciones y medidas a proponer.
Bolwby nos reveló las implicaciones y procesos para el establecimiento del vínculo de aferramiento (apego) y lo desató completamente de la libido sexual y de la fantasmática inconsciente freudianas, acercando la psicoanálisis a la realidad de las interacciones afectivas y a los maltratos infantiles. Él habla de una cantidad de situaciones familiares que predisponen a desarrollar 3 tipos diferentes de patología ante una pérdida: el vínculo ansioso y ambivalente, la necesidad de cuidar compulsivamente, y la independencia afectiva. Por Bolwby, el establecimiento de un proceso de luto patológico y la instalación de un síndrome depresivo depende en gran medida de la naturaleza del vínculo relacional con las figuras parentales y del trato que recibe el niño durante esos delicados momentos.
Aunque los padres con trastornos mentales tienen más dificultades para hacer frente a las necesidades emocionales de los hijos, dado que ellos mismos han sufrido limitaciones para superar etapas de sufrimiento mental y de elaborar pérdidas quizás importantes y que han sido traumáticas, no puede ser una excusa para no responsabilizarse del bienestar del hijo. A partir del trabajo de identificación de sus limitaciones en el desarrollo de sus funciones parentales se podrá hacerlo participar de las medidas necesarias a tomar.
Así pues, dependiendo del enfoque del profesional, a veces nos encontramos que se puede poner más el acento en la patología psíquica (del niño, padre o familia) que no en la interacción o situación de maltrato que puede ser más o menos evidente, a menudo se dan ambas problemáticas a la vez.