Tres puntos básicos sobre los acúfenos
Los acúfenos, también llamados tinnitus, son la percepción de un sonido en un oído, en ambos o “en la cabeza” sin que haya un agente externo que lo produzca. El acúfeno es un síntoma que puede estar asociado a numerosas patologías, no sólo al sentido del oído.
Desde un punto de vista práctico, el paciente percibe un ruido y lo describe de distintas formas: zumbido, timbre, campanilla, chicharra, viento, goteo, pitido, soplido, etc. Los especialistas en Otorrinolaringología han intentado vincular las características del acúfeno con diagnósticos específicos, aunque dichas características sólo son útiles en ciertos casos.
Tipología de acúfenos
Desde un punto de vista clínico debemos distinguir dos tipos de acúfeno:
El acúfeno objetivo es un sonido real creado por el propio cuerpo y percibido por el oído; habitualmente son como golpecitos o roces. En estos casos, el oído no tiene ningún problema, únicamente oye un ruido que se genera en su cercanía. Algunas situaciones de ejemplo serían algo rozando el tímpano (un pelo o cera), espasmos en los músculos tensores de la cadena de huesecillos internos o un problema venoso o arterial, en el que la sangre genera un roce al circular y el oído lo percibe.
El acúfeno subjetivo es el “verdadero” y radica en un ruido que solo el paciente es capaz de percibir. Podría describirse como una “alucinación” de un ruido y sus características son completamente variables por lo que respecta al timbre, tono, intensidad, características, tolerabilidad, etcétera.
¿Por qué se originan los acúfenos?
A pesar de que es un síntoma extraordinariamente frecuente, sólo en muy pocos casos representa un verdadero problema. Nuestro cerebro está bombardeado constantemente por multitud de estímulos, los cuales nos volverían locos si no se filtraran. Dicha restricción elimina estímulos a los que no se liga una “carga emocional” o “sensación de peligro o amenaza”. Un ejemplo claro es cuando entramos al lavabo; si alguien lo ha usado antes, durante unos segundos percibimos el mal olor, pero pronto dejamos de notarlo ya que ese estímulo se clasifica como “neutro” y se filtra a nivel del subconsciente. Si, por el contrario, el olor es a gas se organiza como “amenaza potencial” y no dejamos de distinguir ese olor. Con el acúfeno ocurre algo semejante; en muy pocos casos la causa directa del acúfeno constituye una amenaza vital para la persona, pero si se percibe como tal, se le asocia una “carga emocional” y no deja de apreciarse, con lo cual pasa a resultar un problema para el paciente, a veces pudiendo llegar a interferir en su trabajo, sueño y vida en general.
Causas de los acúfenos
El acúfeno no es una enfermedad en sí, sino un síntoma. Sus causas son infinitas, tanto entre las patologías del oído o de la vía nerviosa auditiva, como en enfermedades del organismo que no tienen relación con el oído. Además, pueden ser originados por los tratamientos que se proporcionan para tratarlas.
De entre las causas “del oído” más comunes podemos localizar: tapones de cera, infecciones, moco, perforación de tímpano u otoesclerosis. En estos casos es probable que, junto con el acúfeno, el paciente presente una reducción de su audición. Sin embargo, un gran número de pacientes con acúfenos no disminuyen su audición ni ninguna enfermedad en el oído que podamos detectar. En otros casos, el paciente manifiesta una hipersensibilidad a los sonidos, lo cual se conoce como hiperacúsia, que no representa oír más, sino que ruidos habituales molesten insoportablemente.
Entre las causas encontramos la hipertensión, la diabetes, las alteraciones del tiroides, dislipemias (colesterol/triglicéridos), entre otras muchas. Además, algunas actividades profesionales y/o deportivas pueden provocarlos o empeorarlos, como el buceo extremo, fundamentalmente con botellas, pero también en apnea. Otras situaciones u oficios que obliguen a la exposición prolongada de ruidos fuertes como los cazadores, militares, herreros, telares, etc y el uso de auriculares a un volumen extremo también influyen.
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